Meme. Un chimpancé carga con un montón de fruta. "Cuando se te olvida la bolsa de tela y no quieres comprar una de plástico"

Los veinte mil usos de la bolsa de tela para reemplazar al plástico

Han pasado ya muchos años desde que, en 2007, el brillante Tim Minchin nos recomendase llevar nuestras bolsas de tela al supermercado. Desde entonces, no son pocos los titulares que han anunciado, en ocasiones, a bombo y platillo, la gran falsedad: la bolsa de tela (dicen) tiene mucho mayor impacto que la de plástico, y para compensarlo, habría que reutilizar la de tela muchas, muchísimas veces.

Miles de veces.

Por supuesto, de qué esté hecha la bolsa influye; no tiene el mismo impacto ambiental el cáñamo que el bambú, el lino o el algodón. E incluso en un mismo material, el impacto dependerá de cómo se cultive: no es lo mismo un cultivo convencional que uno “ecológico” —irónicamente, el “ecológico” implica mayor impacto—. Con la de plástico sucede lo mismo: el plástico no es un material, sino toda una gama de materiales que comparten entre sí un comportamiento físico (la plasticidad), pero que pueden tener impactos muy diversos, dependiendo de cómo se fabriquen, manipulen o degraden.

Meme, comic en 6 viñetas. 
(1) "Di no a las bolsas plásticas" --una bolsa de plástico tachada con una señal roja.
(2) -- Una persona pensativa.
(3) -- La persona sonríe. "Hey, bolsa plástica.
(4) -- La bolsa sonríe de vuelta. "¿Sí?"
(5) -- La persona le rechaza la mirada, con gesto agrio. "NO".
(6) -- La bolsa se queda con la mirada perdida.

Estandarizando bolsas para estandarizar la cifra

Si queremos avanzar, deberíamos poner un estándar; en mi opinión, este debería ser la bolsa de algodón cultivada de forma convencional —la más habitual—, en oposición con la bolsa de polietileno de baja densidad, (LDPE), que es la que más se ofrece en supermercados —la de 50 micras, la que te ofrecen en caja; la que usas para guardar la fruta es otro cantar—.

Parece bastante extendida la idea de que el impacto ambiental de una sola bolsa de algodón es mayor que el de una sola bolsa de LDPE. Sin embargo, el número de veces que habría que reutilizar la bolsa de algodón para compensar el impacto de las bolsas de plástico no usadas a cambio, es algo que ha despertado discusiones por todos lados. 

Hace unos años, los medios de comunicación empezaron a dar una cifra que mostraba la cantidad de usos requeridos para que una bolsa de tela igualase en impacto a una de plástico. 7100, nada menos. Si usásemos la bolsa en cuestión una media de tres veces por semana, necesitaríamos más de 45 años para lograr tal proeza. Algunos medios más tendentes a los bulos, como el infame The Objective, llegaron a lanzarse a la piscina con 20 000 usos —esto es, casi 55 años usando la bolsa a diario—. Es un poco como lo de los cientos de millones de víctimas del comunismo.

Si sacamos de la ecuación a la fábrica de fake news por excelencia, aún nos queda esa aterradora cifra de 7100 usos, que ha ido rondando la red desde febrero de 2018. Aquel dato vino de un informe, «Evaluación del ciclo de vida de las bolsas de supermercado», publicado en aquella fecha por el Ministerio de Medioambiente y Alimentación de Dinamarca. En él, revisaban —según dice el estudio— las distintas huellas ambientales para un montón de materiales distintos. Entre las huellas, se encontraban las emisiones de carbono equivalentes, la emisión de aerosoles, la contaminación por nitrógeno o fósforo, o incluso la huella hídrica, y en tres formas distintas de fin de vida: incineración, reciclaje o reutilización como bolsa de basura. En el caso de reciclaje, quitaron las bolsas de algodón de la ecuación.

En el extenso informe —de 144 páginas— se tienen en cuenta demasiadas cosas como para hacer una deducción tan escueta —e incluso, me atrevería a decir, simplista—, pero en una elocuente tabla conclusiva (página 79), establecen ese número de usos necesarios para igualar el impacto ambiental de una bolsa de plástico LDPE empleada una sola vez, para todos los demás materiales y en los tres escenarios. El algodón, efectivamente, salía perdiendo, y de ahí salió el dato de los 7100 usos, que desde entonces, no ha dejado de repetirse. Por cierto, lo de los 20 000 usos de The Objective viene porque ellos tomaron el dato del algodón de “cultivo ecológico” y asumieron ese dato como estándar.

Pero tal vez, lo más interesante no es lo que se tiene en cuenta, sino lo que se ignora.

Captura. TheObjective. "Las bolsas de tela no son sostenibles: solo si las usas 54 años compensas su impacto".

Los ciclos de vida

Cuando se estudia el impacto que tiene un objeto dado, como una bolsa, ha de tenerse en cuenta el ciclo de vida completo. Y hacerlo es muy complicado, ya que hay que establecer unos límites. 

Por ejemplo; para la bolsa de plástico, puedes establecer los límites desde que se fabrica —a partir de granza—, hasta que se desecha. Pero esa forma se me antoja algo ingenua: la granza no es algo que crezca en los árboles, precisamente. Tal y como yo lo veo, lo lógico sería establecer los límites desde el inicio de su ciclo de vida, es decir, desde la mera extracción del petróleo, que luego de ser refinado, se empleará para la fabricación de los pellets, con los que se hará la bolsa. Del mismo modo, el final de su vida no es el ser desechado; si es incinerada sí, claro, pero lo cierto es que muchas de las bolsas no tienen ese destino: la mayor parte de los plásticos y microplásticos que abundan en los océanos son de un solo uso, y de ellos, la mayoría son bolsas o restos de ellas. Y el impacto de esas bolsas debe contarse hasta que, degradados hasta su mínima expresión, esos microplásticos dejan de causar impactos en el medioambiente. 

Por otro lado, el ciclo completo de la bolsa de tela incluiría el sembrado y cultivo de las plantas de algodón —y sus consecuencias ambientales asociadas, claro—, la recolección, la fabricación del hilo, de la tela, la confección de la bolsa y, tras sus múltiples usos, su desechado hasta, de nuevo, su total degradación.

Podría incluirse, en cada caso, el impacto generado por la fabricación de la maquinaria responsable de cumplir cada uno de los diversos pasos. Algo aún mucho más dificil de calcular. Pero no tiene mayor importancia; cada máquina extrae o fabrica muchísima cantidad y probablemente ese impacto se diluya entre las ingentes cantidades de producción.

Lo más importante aquí es que si queremos comparar una bolsa con otra, los límites a establecer deben ser los mismos. Si en la bolsa de plástico arrancamos con la granza y terminamos con el desechado, sin tener en cuenta su degradación, en la de algodón debemos arrancar con la tela ya fabricada, y terminar con el desechado sin tener en cuenta su degradación. Y dado que es bien sabido que los microplásticos son un problema medioambiental grave, creciente y acelerado, y sobre todo, teniendo en cuenta que, probablemente, los impactos más graves sean los que aún desconocemos, no podemos decir que excluir la degradación sea la situación más justa.

Pero volvamos con el informe danés.

Meme. Un chimpancé carga con un montón de fruta. "Cuando se te olvida la bolsa de tela y no quieres comprar una de plástico"

Los datos que se ignoran

Se dice que, cuando se empieza a estar interesado en esto de la ciencia, lo primero que haces al encontrarte con un nuevo estudio es leer las conclusiones, luego los resultados, y finalmente la metodología. Pero un científico experimentado invierte el orden. La metodología es esencial para conocer si el estudio que se tiene entre manos está bien hecho o es una chapuza. Y la metodología del informe en cuestión tiene algunas cosas a tener en cuenta.

El primer punto que me gustaría resaltar es el más evidente: el final de la vida. Como ya he indicado, el estudio danes establece tres escenarios posibles como fin de vida: la incineración, el reciclaje o la reutilización como bolsa de basura, y el reciclaje es sacado de la ecuación para la bolsa textil. Como si no fueran reciclables.

Pero aún hay algo más grave: no tuvo en cuenta la degradación ambiental. Si la bolsa de plástico no termina incinerada, tenemos un problema, un material que tarda siglos en degradarse y que, en el proceso, puede provocar y, de hecho, provoca múltiples impactos ambientales que el informe no contempla en modo alguno.

Mucho más sutil, pero no por ello menos relevante, es la forma en la que contabilizan el inicio de la vida. Para la bolsa de tela tienen en cuenta todo el proceso desde el cultivo de la planta de algodón; de hecho, contabilizan incluso el impacto de la producción de los fertilizantes agrícolas empleados. En la bolsa de plástico dicen que contabilizan desde la fabricación del LDPE, pero no especifican a qué se refiere. ¿Cuentan en ese proceso el impacto ambiental del refinado del petróleo? ¿O el de su extracción? Si en el caso del algodón cuentan incluso la producción del fertilizante, ¿no sería lógico que en el caso del plástico contaran esas variables?

Sí, lo sería. Pero lo cierto es que las palabras “extracción”, “refinado” o, incluso, “petróleo”, están totalmente ausentes en el estudio. No sabemos si han sido tenido en cuenta o simplemente han sido ignorados.

Una asimetría poco casual

No es raro que en un estudio haya ausencia de datos. Pero cuando se trata de comparar dos variables, y la ausencia de datos es asimétrica, las conclusiones corren peligro. Cuando se dan ese tipo de asimetrías, uno podría pensar que los excesos de un lado y los defectos de otro pueden, más o menos, compensarse, y si bien las conclusiones ya no son tan sólidas, al menos pueden servir como aproximación más o menos fiable. Las gallinas que entran por las que van saliendo, que dirían.

Pero cuando la asimetría actúa solo por defecto en uno de los casos, y solo por exceso en el otro, las luces rojas se iluminan. Visualicemos un momento el escenario, recopilando lo que tenemos hasta ahora:

El informe danés, para la bolsa de tela, toma en cuenta la producción de la materia prima desde su mismo cultivo —incluyendo la producción de fertilizantes—, y establece dos posibles finales: la incineración y el desechado, pero no el reciclaje. No tiene en cuenta la biodegradación de un material, como el algodón, que no deja de ser una fibra vegetal.

Por el otro lado, para el plástico, no sabemos dónde empieza a tener en cuenta; sabemos que sí considera la fabricación del plástico, y que establece tres finales: incineración, desechado o reciclaje. Esta curiosa asimetría se completa al ignorar la biodegradación, que sabemos con amplia experiencia que es mucho más larga y genera mucho más impacto que en el caso de la tela. Gallinas que entran, por las que van… ¿entrando?

Teniendo en cuenta la cantidad de dinero que mueve la industria de los combustibles fósiles, hay posibles conclusiones que no me resultan extrañas, pero tampoco seré yo el que de el mensaje conspiranoico sin pruebas.

Meme. Un hombre compra pescado. Le dice a la pescadera: "¿Puedes darme una bolsa de plástico, por favor?". La pescadera ofrece el pescado en las manos directamente, y dice "Oh, ya la lleva dentro".
—¿Puedes darme una bolsa de plástico, por favor?
— ¡Oh, ya la lleva dentro!

Contando el ciclo de vida completo: poco se sabe

¿Qué pasa si contamos el ciclo de vida completo? Si se revisan otros estudios, los números cambian drásticamente. Según Mattila y colaboradores (2011), habría que reutilizar la bolsa de tela entre 50 y 100 veces para que tenga sentido como sustituto al plástico; para Pragati y Maeda (2022), el número es entre 100 y 200. En cualquier caso, muy por debajo del informe danés.

Lo cierto es que las bolsas de LDPE tienen un grave problema de biodegradabilidad. Incluso aunque se reutilicen varias veces, su límite es bajo y al final terminan siendo desechadas tras muy pocos usos. Afortunadamente, muchas de ellas terminan reciclándose y, normalmente, formando parte de nuevas bolsas que cierran el ciclo.

En ese sentido, el material que parece más sostenible para fabricar bolsas es el polipropileno (PP) no tejido. El PP es un plástico más resistente, que además, puede fabricarse a partir de materia vegetal —lo que se conoce como bioplástico—. Esta posibilidad reduce el impacto asociado a la extracción y refinado de petróleo —y también nuestra dependencia al mismo— y si bien no es biodegradable ni compostable —hay plásticos que sí lo son—, una bolsa de PP se pueden reutilizar muchísimas más veces que una de LDPE. Además, es casi totalmente reciclable, de forma hipotéticamente indefinida. 

Por supuesto, si una bolsa de PP termina en el medio natural, tendrá asociados todos los impactos de la contaminación por plástico; pero al parecer, esto es mucho menos probable que con la bolsa de LDPE de un solo uso. La bolsa de PP se percibe como mucho más resistente, por lo que no suele usarse como bolsa de basura, y cuando se degrada tanto como para no poderse utilizar, es más probable que termine reciclada.

Un análisis de ciclo de vida mucho más exhaustivo y completo realizado en Singapur en 2021, mostró que el impacto asociado a la bolsa de polietileno se situaba 14 veces por encima que la de polipropileno. Pero quizá lo más interesante de este estudio es la conclusión obtenida para las bolsas de algodón. Llevando la contraria al informe danés, el equipo de Ashiq Ahamed, de la Universidad Tecnológica de Nanyang, concluyó que la bolsa de algodón presenta un impacto 17 veces superior a la de polipropileno, y por ende, apenas 1,2 veces más que la de polietileno. Es decir, que según los datos de este estudio, usar la bolsa de tela 2 veces más que la de polietileno ya compensa su impacto, y con usarla 20 veces más que la de polipropileno, también compensa la de aquel.

¿Por qué hay tanta disparidad entre estudios? ¿Por qué algunos se quedan en una reutilización de unas pocas veces, mientras que otros ascienden a miles? Por algo que reconoce el estudio de Ahamed: el poco conocimiento que aún se tiene sobre todo esto. Las cifras siguen siendo provisionales. Medir estos impactos es extremadamente dificil, e implica grandes limitaciones. Por ejemplo, en el caso de Singapur, si bien mantienen una coherencia total en el ciclo de vida, desde la extracción de la materia prima hasta su fin, el único contemplado es la incineración, por lo que sigue sin tener en cuenta la posibilidad del reciclaje o el impacto de la acumulación de microplásticos en el medioambiente.

A mi me gustaría ver un estudio que tenga en cuenta el efecto acumulativo de los microplásticos en el cómputo de impactos asociados a la bolsa de plástico, a ver si es cierto que sigue compensando sobre la de tela.

La mejor bolsa: la que ya tienes

Lejos de los titulares amarillistas, parece que el tema de las bolsas de tela o de plástico será algo que aún de mucho que hablar. Como suele suceder en ciencia, hay mucho que aún se desconoce, y nuevos descubrimientos pueden arrojar luz sobre esta discusión. 

Por ejemplo, poco se tiene en cuenta la posibilidad de la fabricación de bolsas con restos de otros productos. Cuando se fabrica ropa, muchos retales sobrantes se desechan y se convierten en basura. Algunas empresas ya han empezado a aprovechar esos trozos de tela fabricando bolsas con ellos. Esto reduce significativamente el impacto: por un lado, la materia prima que se emplea no se extrajo originalmente para ese fin, y por otro, con el proceso se reduce de forma neta la cantidad de desechos. Tampoco se contempla la posibilidad de reciclar ropa usada.

De todos modos, en el proceso no se está teniendo en cuenta algo más: la bolsa más sostenible es la que ya se tiene. A estas alturas, muchos de nosotros tenemos ya en casa un buen número de bolsas, ya sea de plástico ligero, de rafia, de algodón, etcétera. Esas bolsas ya han sido fabricadas, adquiridas, y está en nuestra mano utilizarlas. Usemos prioritariamente las bolsas que ya tenemos, mientras dure. Maximicemos la vida útil de cualquier bolsa que llegue a nuestras manos, reduzcamos su consumo, y desechemos las que ya no sirven de forma responsable. Sea de lo que sea de lo que estén compuestas.

Meme. Jackie Chan se lleva las manos a la cabeza. "Como es que en el super te venden bolsas ecológicas y luego te meten la fruta en bolsas de plástico"

Addenda: algunos datos relevantes y transversales

  • (1) Las bolsas que nos regalan con la fruta, esas que son de un plástico tan fino, al menos en Europa, están hechas de plásticos compostables. Esto significa que, se pueden biodegradar totalmente, sin dejar residuos plásticos, a través del proceso de compostaje. Normalmente solo puede hacerse en plantas de compostaje industrias, y no en una compostadora doméstica, pero eso significa que podemos emplearlas para guardar y desechar nuestra basura orgánica en el contenedor correspondiente.
  • La bolsa de plástico, siempre que se mantenga seca, es bastante estéril y no suele presentar problemas de contaminación bacteriana o vírica; además, si no es plástico tejido, es aislante, y a menos que esté rota, lo que hay fuera de la bolsa difícilmente puede entrar atravesándola. No sucede lo mismo con las bolsas de tela, que son porosas y pueden servir como alojamiento para bacterias, hongos y demás microorganismos potencialmente peligrosos. Es, por lo tanto, importante, que si contiene comida no envasada, como fruta o verdura, la bolsa de tela no se apoye nunca en el suelo y que cuando se vaya a hacer ese tipo de compra, se encuentre en un estado higiénico óptimo. El lavado a máquina a 60 ºC debería ser suficiente en este sentido. Ante la duda, las bolsas del punto 1 son el mejor aliado en este caso.
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Referencias

Ahamed, A., Vallam, P., Iyer, N., Veksha, A., Bobacka, J., & Lisak, G. (2021). Life cycle assessment of plastic grocery bags and their alternatives in cities with confined waste management structure: A Singapore case study. Journal of Cleaner Production, 278. https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2020.123956

Bisinella, V., Albizzati, P. F., Astrup, T. F., & Damgaard, A. (2018). Life cycle assessment of grocery carrier bags. The Danish Environmental Protection Agency.

European Environment Agency. (2020). Biodegradable and compostable plastics—Challenges and opportunities[Briefing]. https://www.eea.europa.eu/publications/biodegradable-and-compostable-plastics/biodegradable-and-compostable-plastics-challenges

Mattila, T., Kujanpää, M., Dahlbo, H., Soukka, R., & Myllymaa, T. (2011). Uncertainty and Sensitivity in the Carbon Footprint of Shopping Bags. Journal of Industrial Ecology, 15(2), 217-227. https://doi.org/10.1111/j.1530-9290.2010.00326.x

Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. (2020). Plásticos biodegradables, compostables y de base biológica, ¿cómo de ecológicos son? Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. https://www.miteco.gob.es/va/ceneam/carpeta-informativa-del-ceneam/novedades/plasticos-biodegradables-compostables.html

Pragati, P., & Maeda, Y. (2023). Life cycle environmental impacts of consumer packaging products in Japan. Risk Analysis, 43(8), 1682-1693. https://doi.org/10.1111/risa.14031

Williams, D., Maxwell, S., & Sinclair, R. (2011). Assessment of the Potential for Cross Contamination of Food Products by Reusable Shopping Bags. Food Protection Trends, 31, 508-513.

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Una respuesta a «Los veinte mil usos de la bolsa de tela para reemplazar al plástico»

  1. Avatar de Mikel - TopTopBio

    @curiosabiologia Muy de acuerdo con tu artículo, excepto en el "la mejor bolsa es la que ya tienes". Si esa bolsa está hecha de material potencialmente peligroso (plástico), debería retirarse cuanto antes de la circulación. 💚